DESDE LA PLAZA DEL AMOR CON LOS TAPONES DE PUNTA

La Presidenta pronunció su discurso en su ansiada plaza del sí. Una vez más, imitando el tono de Eva Perón, volvió a tensar la cuerda equiparando a los miembros de la mesa de enlace con los remedos de la dictadura. Puso en duda su verdadera representación y los acusó de disputarle el poder al gobierno. “Desde una corporación de cuatro personas a las nadie votó, se reunían, deliberaban, decidían y comunicaban al resto de los argentinos quienes podían circular y quienes no. Me di cuenta que estaba ante otro escenario y otro cuestionamiento. Se estaba socavando e interfiriendo la construcción democrática”, dijo Cristina Fernández de Kirchner en la cadena diaria que supimos conseguir; y pidió: “Liberen las rutas y dejen que los argentinos produzcan”.

La línea argumental presidencial una vez más tira la pelota afuera crispando el puño. Si los miembros de la mesa de enlace tienen una representación dudosa, no se explica qué estuvo haciendo Alberto Fernández negociando con un puñado de golpista durante más de un mes. Cristina mandó al campo a armar un partido político y a presentarse a elecciones, dejando claro que no espacio para la discusión mientras el kirchnerismo siga estando en el poder.

El kirchnerismo es especialista en convertir los problemas en dramas productos de oscuras conspiraciones, y termina enredándose creyendo sus propios argumentos falaces. Una vez más, la cuestión parece más propia para ser analizada por un psicólogo que desde el campo de la política. Los miembros de la mesa de enlace vienen haciendo un reclamo sectorial porque disienten con una decisión de gobierno. Es tan simple como eso, que puede acordarse o no en estos reclamos pero es un exceso sostener que se trata de un grupo que quiere alcanzar el poder por una vía distinta que las elecciones.

En términos generales el discurso de la Presidenta es una copia que el que pronunció ayer en la Casa Rosada, la diferencia fue el tono y el dramatismo que estuvo impreso en su rostro. Así, una vez más reiteró que en definitiva la verdadera ideología del kirchnerismo es la acumulación de poder, sin admitir cuestionamientos, diálogo ni consenso a pesar de las constantes declamaciones en este sentido. En realidad, lo importante del discurso no era el discurso (parece un juego de palabras obvio), lo que más le importaba al gobierno era la imagen de la plaza llena para desterrar las fotos de los cacerolazos en todo el país. Una vez más se utilizó la cadena nacional, no para escuchar un mensaje presidencial; sino para transmitir un acto partidario. El gobierno no quería que ninguna otra imagen interfiriera con la plaza matrimonial. Claramente fue una movilización para medir fuerzas internas en el peronismo, frente a las primeras manifestaciones de rebeldía del peronismo como las ensayadas por Juan Schiaretti, José Manuel De la Sota, Eduardo Duhalde y Carlos Reutemann entre otro. Y también para mantener dentro en el redil a varios intendentes del conurbano bonaerense que dieron muestras de molestia cuan Luis D’Elía parecía haberse convertido en el vocero del peronismo.

Las críticas de la Señora K al campo siguieron cuando dijo que los productores “creen que todo se arregla con golpes, cortes, cacerolas y bocinas”. Es cierto lo que dice la Presidenta, pero no hay que olvidar que esa lógica fue reivindicada por el mismo kirchnerismo. De otro modo no se entiende que el corte de los asambleístas de Gualeguaychú haya sido apoyado por el gobierno en varias oportunidades. Los cortes a favor del gobierno están bien, los que cuestionan decisiones quiebran la ley; esa es la máxima que impera en el kirchnerismo, moldear el Derecho a gusto del consumidor en base a la fortaleza del poder cimentada por una masa de argentinos arreada a una plaza.

Cristina Kirchner también le dedicó algunos párrafos de su discurso a criticar a la calase media, tratando de convertir la discusión de las retenciones móviles en una lucha clases modelo soviético. Es cierto que la clase media, especialmente la argentina, ha tenido actitudes reprochables y por lo general se conforma sólo con viajar a Miami, comprar un microondas en cómodas cuotas y cambiar el auto de cuando en cuando. Pero en este caso, la crítica está descontextualizada y es evidente que sólo apunta a descargar la bronca que provocó en el matrimonio presidencial el tronar de las cacerolas. Otra vez, aún con los reproches que se le pueda hacer a la clase media ¿no tiene derecho a manifestarse y a protestar si no está de acuerdo con alguna medida del gobierno? La respuesta del kirchnerismo parece ser que no y es más grave empuñar una cacerola que un arma en la Argentina del siglo XXI.

En definitiva, una cadena más y un nuevo discurso que lejos está de poner paños fríos a una crisis que sigue sin resolverse. La novedad es que hoy no hubo críticas a la prensa.

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