La semana pasada estalló el escándalo de la valija, tal vez el peor caso de supuesta corrupción que atraviesa el gobierno de Nestor Kirchner. Hoy el caso Skanska parece una novela del pasado y de Felisa Miceli sólo debe acordarse su hermano, a quien involucró en el “bolsagate”. Mientras los funcionarios siguen siendo eyectados del gobierno, en este sentido dicen que la situación de Romina Picolotti es delicada y su continuidad en el gobierno vuelve a estar en duda.
Valijas con dinero que llegan en vuelos nocturnos, bolsas llenas de dinero que se dejan olvidadas en despachos ministeriales, fundaciones que se crean aparentemente para evadir los controles estatales, funcionarios que utilizan aviones privados como si fueran taxis, capitalismo de amigo y explicaciones contradictorias e inverosímiles por parte de los voceros de siempre. En resumidas cuentas, éste es el panorama en el que el gobierno viene nadando desde el estallido del caso Skanska. En medio de este fragor, la candidata Cristina Fernández de Kirchner no ha pronunciado una sola palabra, ni de la misteriosa valija ni de los otros casos que comprometen la mentada transparencia del gobierno. Durante el fin de semana, sólo se han filtrado algunos rumores sobre una discusión en Olivos, en donde la senadora supuestamente se habría mostrada muy enojada denunciado una posible conspiración para obstaculizar su acceso a la presidencia.
Sin lugar a dudas, el silencio de la senadora en estos temas no es muy coherente con la proclamada jerarquización de las instituciones, con la que se insiste desde el lanzamiento de su campaña. ¿No tenemos derecho los votantes a conocer la opinión sobre estos casos de supuesta de corrupción de la candidata que hoy tiene más posibilidades de ser presidente? Sí, tenemos ese derecho y ella la obligación de romper su silencio sobre estas cuestiones aunque le resulte incómodo.
No pocos dirigentes kirchneristas, han asegurado en privado que uno de los ejes principales de campaña de Cristina sería intervenciones a cuenta gotas. Así, ellos planteaban una campaña en la que la elección de octubre sería poco más que un trámite. En este marco, los principales esfuerzos serían puestos en la instalación de la candidata en el exterior con el objetivo de conferirle un barniz de estadista. Pero la política en la Argentina siempre depara sorpresas y la coyuntura actual se ha complicado, aunque las consecuencias para el gobierno se acotan habida cuenta que la oposición es incapaz de capitalizar. Sin embargo, más allá de los votos, hay un deber republicano de sentar una posición sobre episodios tan graves como estos. Desafortunadamente, Cristina Fernández de Kirchner prefiere el silencio.
Valijas con dinero que llegan en vuelos nocturnos, bolsas llenas de dinero que se dejan olvidadas en despachos ministeriales, fundaciones que se crean aparentemente para evadir los controles estatales, funcionarios que utilizan aviones privados como si fueran taxis, capitalismo de amigo y explicaciones contradictorias e inverosímiles por parte de los voceros de siempre. En resumidas cuentas, éste es el panorama en el que el gobierno viene nadando desde el estallido del caso Skanska. En medio de este fragor, la candidata Cristina Fernández de Kirchner no ha pronunciado una sola palabra, ni de la misteriosa valija ni de los otros casos que comprometen la mentada transparencia del gobierno. Durante el fin de semana, sólo se han filtrado algunos rumores sobre una discusión en Olivos, en donde la senadora supuestamente se habría mostrada muy enojada denunciado una posible conspiración para obstaculizar su acceso a la presidencia.
Sin lugar a dudas, el silencio de la senadora en estos temas no es muy coherente con la proclamada jerarquización de las instituciones, con la que se insiste desde el lanzamiento de su campaña. ¿No tenemos derecho los votantes a conocer la opinión sobre estos casos de supuesta de corrupción de la candidata que hoy tiene más posibilidades de ser presidente? Sí, tenemos ese derecho y ella la obligación de romper su silencio sobre estas cuestiones aunque le resulte incómodo.
No pocos dirigentes kirchneristas, han asegurado en privado que uno de los ejes principales de campaña de Cristina sería intervenciones a cuenta gotas. Así, ellos planteaban una campaña en la que la elección de octubre sería poco más que un trámite. En este marco, los principales esfuerzos serían puestos en la instalación de la candidata en el exterior con el objetivo de conferirle un barniz de estadista. Pero la política en la Argentina siempre depara sorpresas y la coyuntura actual se ha complicado, aunque las consecuencias para el gobierno se acotan habida cuenta que la oposición es incapaz de capitalizar. Sin embargo, más allá de los votos, hay un deber republicano de sentar una posición sobre episodios tan graves como estos. Desafortunadamente, Cristina Fernández de Kirchner prefiere el silencio.
1 comentarios:
Martin, excelente comentario. Como siempre estos personajes que nos están gobernando, hacen lo que se les da la real gana, porque subestiman a toda la ciudadanía. Creen que estan gobernando una provincia en la que el 90 % son empleados públicos y/o reciben algun subsidio... espero que sólo lo crean y que no sea realidad! Gracias por toda la información que nos brindás día a día.
Laura de Palermo
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