8 de octubre de 2010

LA ABSURDA LOGICA DE LOS NUMEROS

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En la Argentina impera la lógica de la movilización y de los números. Esta afirmación implica que para hacer un reclamo es necesario cortar una calle, una ruta o hacer una marcha a Plaza de Mayo; porque de otra manera los funcionarios que tienen que intervenir en el asunto directamente ignoran la petición y el problema. Por supuesto, que la movilización debe ser potente para ser tenida en cuenta, requisito que se mide no en la legitimidad o la gravedad del reclamo sino en la cantidad de gente movilizada. Así, la lógica del gobierno es sencilla y lineal: cuanta más gente movilizada, más importante es el reclamo. En este sentido, los medios tienen una lógica similar a la del gobierno y se preocupan por mostrar números luego de cada movilización importante; que por supuesto variarán de acuerdo a la proximidad o lejanía de cada medio con respecto al gobierno. En este contexto, es interesante comparar la cantidad de asistentes que tuvo la marcha reclamando por más seguridad. Para La Nación fueron más de 10.000, más de 7.000 para Clarín, unos 3.000 consignó Tiempo, en cambio para Diario Popular fueron “miles de personas” mientras que para Crónica apenas unos “centenares”. Es evidente que no se intenta preservar la objetividad es una cuestión tan fáctica como es la cantidad de personas que fueron a marchar. Los que inflan el número quieren resaltar la falta de políticas del gobierno y los que adrede subestiman la cantidad de concurrentes buscan restarle entidad al reclamo. Un gran absurdo.
¿Alguien puede creer que la falta se seguridad no es un problema en la Argentina? ¿Si a la marcha fueron unos pocos centenares el problema es menor o no existe? ¿Si asistieron cientos de miles entonces el problema merece una solución? Así, siguiendo el razonamiento podría esbozarse que la calidad de la solución también debería estar en relación con la cantidad de gente convocada. Más gente requiere una mejor solución, en cambio una menor cantidad de asistentes no necesita una solución demasiado potente porque el problema no debe ser demasiado grave.  En realidad todo es un razonamiento falso.

Nadie puede negar que la seguridad es el problema que más preocupación genera entre los argentinos. Miles de llamados a los medios y cientos de encuestan los prueban. Semana tras semana los medios se inundan de casos resonantes debido a la violencia de los hechos y a los antecedentes de sus autores; que luego de varios días ceden su protagonismo por la irrupción de un nuevo hecho que conmueve a la sociedad que impresiona más que el anterior. El mecanismo se repite una y otra vez y la mala noticia es que se seguirá repitiendo porque sencillamente nadie hace nada en serio para detener el ciclo. Ahora, la absurda guerra de los números que se juega en los medios y entre los políticos no tiene sentido. A esta altura de los acontecimientos, disminuir la cifra de los asistentes a una marcha ya no puede disimular el problema e inflarlos no lo va a dotar de mayor entidad. Por eso, es totalmente superfluo si en la Plaza de Mayo había 100 o 100.000 personas reclamando más seguridad. No importa porque es un dato menor frente a un problema mayor. El verdadero y más grave problema de la seguridad no es la seguridad, sino que ni el oficialismo ni la oposición tienen una verdadera decisión de solucionar el tema. Los primeros porque niegan la cuestión, apelando al mismo mecanismo que utilizan con la inflación. Los ministros Aníbal Fernández y Julio Alak ya han dicho que los delitos bajaron. Los segundos, porque más allá de las declaraciones de ocasión, no han presentado una verdadera propuesta que presione al oficialismo para discutir una verdadera política de Estado y temen que los primeros los acusen de totalitarios y represores.
Desafortunadamente, en la Argentina la discusión sobre la crisis de la inseguridad no pasa más allá de slogans entre la mano dura y el garantismo mal entendido, cuando ya está probado una y otra vez que ninguna de las dos posturas de extrema resuelve el problema, que al final todo queda circunscripto a la parálisis en la implementación de líneas de acción efectivas; que –al final-redunda en un agravamiento de la situación. En suma, lo que se ve es una gran falta de eficacia cuyo resultado son más muertos.
Mientras la marcha se llevaba adelante o había terminado poco antes, Orlando Barone –desde el nacional y popular 6,7,8- decía que lo que había era la implantación del miedo y que estaba preocupado, obviamente dejando entrever que detrás del reclamo se puede esconder una suerte de conspiración destituyente. Barone se escandalizaba porque la marcha había sido convocada bajo la consigna “Nos están matando”. Y sí Barone nos están matando, que querés que diga la gente; ¿que la culpa es de los grupos concentrados de poder que quieren disputarle el poder al matrimonio presidencial para volver al paradigma de los ‘90?. Barone vive en Suiza en el mismo barrio que Aníbal Fernández y Julio Alak.
No importa cuánta gente hubo en la marcha, el problema de la inseguridad no va a dejar más o menos grave y las especulaciones numéricas no harán más que agravarlo. Las soluciones no son fáciles ni rápidas pero es hora que el poder empiece a conmoverse por los muertos.

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1 comentarios:

Hay que "apagar" la fábrica de delincuentes. Ninguna otra medida será efectiva a largo plazo.

Tenemos que construir una sociedad que deje de tirar chicos a la basura. El ser humano es un fenómeno irreversible.

La inseguridad es la consecuencia de una generación de chicos cuya vida es fumar pasta base. Tienen 7, 8, 9 años. Cuando llegan a los 18 no sirven para nada. Son humanos basura. Hasta pareciera que hablaran en un dialecto distinto. Y se criaron allí, cruzando la vía.

Hay algo muy llamativo en todo esto: cualquier pibito averigua en 10 minutos dónde conseguir la droga. Cualquier pibito tarda minutos en llegar al delinuente, y en hacerlo manifestarse como tal.

¿Por qué razón la policía no puede?. ¿Cuantos "minoristas" hay en Capital y Gran Buenos Aires? ¿1000? ¿2000? En 1 semana se los puede detener a todos. ¿Por qué no se hace?

Los minoristas son como las hojas del arbol: si se corta una no pasa nada, pero si se cortan todas a la vez, y no se las deja volver a crecer, el arbol se muere.
¿Por qué no los detienen?

Yo tengo mis sospechas: hay connivencia enntre la policía (y otras autoridades) y los que regentean el negocio.

Los mismos que deberían luchar contra la inseguridad son los que mantienen encendida y funcionando a la fábrica de delincuentes.

No sé. Es una hipótesis para explicar porqué la policía no atrapa a los delincuentes que venden la droga y que están al alcance de cualquiera.

Si hay alguna otra hipótesis, escucho.

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