Los principales dirigentes de la oposición de forma coordinada han establecido que el proyecto del gobierno para regular la fabricación, venta y distribución del papel para diarios termine en algún cajón del Congreso durmiendo el sueño de los justos. Desde el radicalismo hasta la Coalición Cívica, pasando por el PRO y el Peronismo Federal; prácticamente todos han salido a resistir la nueva ofensiva del gobierno aduciendo que el tema no pertenece de la agenda parlamentaria. Que es un tema que no forma parte de las principales preocupaciones que tiene la sociedad, donde como se sabe, ese ranking está encabezado por la seguridad y la inflación que cada vez más afecta el bolsillo de los trabajadores.
El diagnóstico que ensaya la oposición es cierto. El tema de Papel Prensa es percibido como un round más en la guerra entre el gobierno y el Grupo Clarín. No parece ser que el kirchnerismo esté blandiendo una bandera noble, en todo caso está utilizando a los derechos humanos como parte de su estrategia de acumulación de poder. Entre los dirigentes opositores se percibe al proyecto como una estratagema más del kirchnerismo con el objetivo de disciplinar a los diarios críticos y en especial a Clarín. Es difícil discutir el argumento cuando la idea proviene de las mismas mentes que destruyeron el INDEC, distribuyen la pauta oficial con arbitrariedad y hasta idearon la conformación de un multimedios oficialista para contrarrestar el peso del Grupo Clarín. Todos emprendimientos que fracasaron y por eso ahora Néstor Kirchner decidió, como lo hizo Juan Domingo Perón, regular el flujo de papel para, en definitiva, restringir el acceso de la sociedad a la información.
El proyecto es abiertamente inconstitucional porque viola las derechos y garantías de la Constitución y de los tratados de Derechos Humanos. La oposición también lo ha dicho y, desde luego, tiene razón. Sin lugar a dudas es la jugada más osada y grave que pretende impulsar el kirchnerismo desde el 2003. Es un avance descarado y anacrónico contra los derechos de la sociedad a informarse, a elegir a través de quién quiere hacerlo pero también una limitación a publicar las ideas a través de la prensa; uno de los derechos más arraigados en la Argentina que siempre estuvo presente en los textos constitucionales y en los ensayos que hubo antes de 1853.
Sin embargo, la oposición se equivoca si piensa no tratar el tema en el recinto de la Cámara de Diputados o se enreda en las chicanas que le va a plantear el oficialismo. Es cierto que la sociedad no está interesada por la cuestión y que ni siquiera los editores de los diarios habían planteado la necesidad de un marco regulatorio del papel para diarios, sencillamente porque hoy en el mundo sobra el papel y su importación tiene arancel cero. No hay restricciones, no hay escasez y por lo tanto no hay peligro; por lo que la intención del gobierno de regular la libertad de expresión ni siquiera puede ser disimulada con el informe presentado el martes en la Casa de Gobierno. Y, justamente, allí es donde reside la gravedad institucional de la senda que ha comenzado a transitar el gobierno que lo pone en una peligrosa cercanía con el autoritarismo. Se equivoca la oposición cuando dice que hay temas más importantes, éste es el tema central porque avanza en un campo donde la democracia debe operar como el límite natural. Y el ejercicio de ese límite está en manos del Poder Legislativo, aunque siempre existe la Corte Suprema es la instancia de última ratio.
El Congreso debe tratar el proyecto del gobierno y rechazarlo para enviar un mensaje político al oficialismo con tal contundencia que entienda que aun en la acumulación de poder existen los límites. Permitir que el proyecto pierda su estado parlamentario arrumbado en algún cajón implica esquivar un momento político, que por obra del oficialismo, requiere de posiciones indubitables.
El kirchnerismo empezó una vez más a radicalizarse en el marco del inicio del proceso electoral, y en este escenario, Néstor Kirchner no tiene intenciones de mostrarse como el líder de una era política que acusa síntomas de debilidad y de desgaste. Kirchner no sólo buscar mantener y acrecentar su poder, también sabe que debe mandar mensajes hacia la fracción del peronismo que le responde donde no haya dudas que el jefe sigue siendo él. Los destinatarios son los gobernadores e intendentes, principalmente del Gran Buenos Aires, que no puede permitir que hagan demostraciones de independencia. Como se sabe, la lealtad en el peronismo tiene plazo fijo y siempre está relacionada con la cuota de poder que conserve el líder. Por eso, Kirchner no puede darse el lujo de ser percibido con síntomas de debilidad y muchas de sus decisiones van en este sentido.
El gobierno ha puesto, una vez más, a la Argentina al borde de la crispación y Kirchner no dudará en doblar la apuesta si se anoticia que la reacción de la oposición es confusa y evasiva. Es cierto, la regulación del papel para diario no está en la agenda de la sociedad porque son de esos temas pergeñados en la Quinta de Olivos, que parecen muy alejados de la vida diaria de los ciudadanos comunes. Sin embargo, si la oposición quiere gobernar e inaugurar la era post kirchnerista debe entender que a veces los temas importantes no figuran en la agenda del gran público hasta que es muy tarde. “Lo que sucede es que no es una tema de opinión pública”, explica un encuestador analizando la estrategia de la oposición. Tiene razón, pero entonces la oposición lo tiene que convertir en uno.
El arco opositor debe dar el debate y rechazar el proyecto, porque la finalidad no es la regulación del papel para diarios, el verdadero objetivo es restringir la libertad de expresión.
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