DE CARNE SOMOS

Que la Argentina es un país peculiar no es una novedad, pero ya parecemos un grupo de locos, que como siempre, va a contra mano del mundo creyendo tener la razón. Una vez más, el tema es la carne. Sí, la carne que en algún tiempo va a ser más cara que el oro.
La noticia no ocupó un espacio destacado pero bien vale la pena comentarla. La Asociación Alemana de Importadores de Carne le envió una carta al Jefe de Gabinete, Alberto Fernández, a propósito de las restricciones de exportación que rigen en el país. Los alemanes, que parecen bastantes extrañados, dicen en su misiva: “La Argentina está destruyendo su credibilidad y prestigio. Mientras todos los demás quieren entrar en el mercado de la Unión Europea, Argentina parece querer salir”. La verdad es que la primera sorpresa de la carta de los alemanes es que todavía no destruimos totalmente nuestra credibilidad y prestigio, parece que todavía tenemos que seguir trabajando en pos de tamaña empresa. Bueno, pero no vamos a dejarnos presionar y nuestro prestigio y credibilidad lo iremos destruyendo a nuestro ritmo. Pero los alemanes, que nos compren el 20 por ciento de los bifes que vendemos que en el 2007 representó unos U$S 1.200 millones, continúan sosteniendo que sus empresas #están sufriendo seriamente por no poder hacer contratos, al no saber cuándo llega la mercadería por las muchas intervenciones oficiales, que no dan previsibilidad al negocio”.
¿Hasta cuándo el mundo nos va a tener paciencia? ¿El gobierno es consciente el esfuerzo que requiere abrir un mercado tan importante como la Unión Europea? Una vez más, la Argentina se aísla del mundo como si sólo nos alcanzara con estar al lado de Chávez. La carta de los alemanes da un poco de vergüenza. Somos comos esos nuevos ricos que no obtuvieron su fortuna trabajando, sino por un golpe del destino o del azar. Claro, y como lo que se obtiene sin esfuerzo se gasta sin pensar. Esa es la Argentina, un país raro que todavía piensa que “está condenado al éxito”, como alguna vez barruntó el ex presidente Eduardo Duhalde.
Seguramente, si tuviera la oportunidad de hablar con algún funcionario del gobierno acerca de la carta de los alemanes, me acusaría de querer que la carne en la Argentina se convirtiera en un artículo de lujo sólo reservados para los ricos. El asadito de los domingos se convertiría sólo en un recuerdo. Pero no es así. Si el gobierno hubiera puesto en práctica un verdadero plan ganadero, que aumentara la oferta los alemanes recibirían sus pedidos, nosotros su dinero y podríamos seguir comiendo nuestra carne como lo venimos haciendo desde hace décadas.
Resulta paradójico cuando se escucha a la Presidenta Kirchner quejarse por el fenómeno de la sojización, porque con las erradas medidas tomadas en torno de la carne, el gobierno ha incentivado el fenómeno que hoy denuncia como si no fuera responsable. Aquellos productores en cuyos campos puede desarrollarse la agricultura decidieron sembrar soja –ese pastito al que se refiere nuestra mandataria-, porque criar vacas dejó de ser un negocio hace bastante tiempo. Un dato de la Cámara de la Industria de la Carne es por demás elocuente. En febrero, el 51 por ciento de las vacas que se faenaron fueron hembras; es decir que no estamos comiendo las futuras madres de los terneros. Queda claro que los alemanes van a tener que buscarse otro proveedor como no se tomen medidas responsables para aumentar la oferta.
Es poco serio como nadie en el gobierno se pregunta por qué la carne sigue aumentando, después de todas las medidas puestas en práctica por el soldado Guillermo Moreno. Este fin de semana mi carnicero, con el entrecejo fruncido y la seriedad del más avezado analista económico, me dijo: “Qué va a bajar. El asado está a $ 18 el kilo, ya mucha gente no lo puede comprar”.
Moreno, gracias.

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