(29/01/2012) El proyecto re reeleccionista de Cristina Fernández de Kirchner volvió a asomar con las palabras del ex presidente interino Amado Boudou: "hoy, el tema no está en la agenda, pero no sé qué pasará mañana". La frase fue pronunciada para bajarle los decibeles a otra declaración del vicepresidente que había dicho que “los temas constitucionales hay que debatirlos ahora y no dentro de tres años”. La aclaración no aclaró nada y en todo caso oscureció.
Los rumores de proyecto de reforma constitucional para que Fernández de Kirchner ocupe la Casa Rosada permanentemente, comenzaron con esas declaraciones de la diputada Diana Conti cuando disparó en Febrero del 2011: “Avizoramos una reforma porque queremos una Cristina eterna”. Rápidamente, Conti fue criticada por la oposición y no por pocos dirigentes del cristinismo y funcionarios del gobierno. Pero es evidente que la diputada sabía lo que estaba haciendo y no se trataba de un derrape político. Se trataba del primer paso para empezar a instalar el tema. Hoy, Diana Conti es la presidenta de la Comisión de Asuntos Constitucionales de la Cámara de Diputados, la estratégica comisión que es la puerta de entrada de una eventual reforma. El que piense que es una casualidad se equivoca. pocas cosas en el kirchnerismo son obra de la casualidad.
El artículo 30 de la Constitución Nacional prescribe que se requieren las dos terceras partes de los diputados y senadores que componen cada Cámara para sancionar la ley de necesidad de reforma. Es la mayoría más exigente de las que contempla la Constitución y eso tampoco es casualidad. La Constitución Nacional es de las llamadas rígidas y, para hacerlo simple, los constituyentes establecieron que su reforma no pudiera ser una tarea fácil justamente –entre otras cuestiones- para que nadie se entronizara en el poder y garantizar la alternancia. ¿Te suena? Sí, eso. Pero como en 1994 justamente se quiere reformar la Constitución para garantizar la continuidad de una sola persona: Carlos Menem hace 17 años y Cristina ahora.
Es cierto que a pesar del 54% que el kirchnerismo cosechó en las ultimas elecciones, el gobierno todavía no cuenta con el número para que Cristina sea eterna. Por eso, Boudou tiene razón cuando dice no hay que esperar tres años para empezar a discutir la reforma sino que hay que hacerlo ahora porque se necesita tiempo para instalar el tema y que los argumentos comiencen a dar sus frutos. Se empieza a vislumbrar un proceso muy parecido al que alumbró la última reforma gracias a la cual Menem consiguió su reelección. Si en el ‘94 uno de los argumentos era la atenuación del sistema presidencial que llegaría de la mano de la figura del Jefe de Gabinete, ahora es lo mismo pero ese objetivo se cumplirá gracias al sistema parlamentario que supuestamente se pretende introducir en la reforma K. No hace falta hacer un análisis muy profundo para afirmar que el sistema presidencialista, lejos de atenuarse, se robusteció y es difícil imaginarse que Cristina Fernández de Kirchner tendrá más respeto por el Congreso que el que tuvo hasta ahora. Al igual que en el ‘94 seguramente se utilizará otro argumento y es el de la proscripción. Carlos Menem y el peronismo afirmaban que se los proscribía y que ello incluso vulneraba la propia Constitución que así lo establecía porque iba en contra del principio de igualdad ante la ley. Seguramente, en pocos meses más un argumento parecido será esgrimido por aquellos que imaginan a Cristina Fernández de Kirchner envejeciendo en el Sillón de Rivadavia. No se trata de una proscripción, se trata de un límite a una persona para que no se eternice en el poder y termine mutando en un monarca absoluto. Eso fue lo que tuvieron como objetivo los constituyentes cuando idearon un sistema de alternancia, probablemente por aquel dicho que reza “el poder corrompe”. No se trata de proscribir una idea o a un partido político que perfectamente puede continuar en el poder pero con otro Presidente. Es importante reafirmarlo porque seguramente será uno de los argumentos de aquellos que defiendan una reforma constitucional, no se trata de de proscribir ideas o a u partido político.
Más allá de algunas similitudes que puede haber entre la reforma alumbrada por el Pacto de Olivos y el intento actual que empieza a pergeñarse, hay una diferencia muy importante que no debe dejarse de lado. Cuando Menem impulsó su reelección el Plan de Convertibilidad estaba en su auge, el 1 a 1, las privatizaciones y la inflación cero fueron determinantes para que la reforma constitucional se llevara adelante con éxito. En cambio, la situación en la actualidad es muy distinta. La Argentina entró en un ajuste que recién empieza y aún no se sabe cómo impactará en el humor social porque todavía no se sabe la magnitud de ese ajuste que el gobierno anuncia en dosis homeopáticas.
"Las reformas constitucionales tienen que ver con una cuestión de voluntad política, de un pueblo que reconoce un liderazgo natural. Y un liderazgo natural consiste en una intermediación directa entre el pueblo y el líder, sin intermediarios. Nosotros vemos a Cristina sin intermediación posible", declaró Conti en una entrevista publicada hoy por el diario Tiempo Argentino. Estas declaraciones de la diputada, más elegantes y menos explícitas de las de hace un año van en la misma dirección de aquellas: Cristina eterna. Cuando Conti explica que no debe haber intermediarios entre el pueblo y el líder, lo que termina borrando es cualquier límite en los deseos y las acciones del líder; algo que es muy peligroso y propio de los países más retrasados del mundo.
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