La lógica kirchnerista una vez más demostró que gracias a su improvisación puede sumirse en una crisis auto inflingida, cuya principal víctima terminará siendo –como sucede habitualmente- la maltrecha figura de la la Presidenta. Néstor Kirchner lo puso en la mira a Martín Redrado y pretendió “llevárselo puesto” de la presidencia del Banco Central, por no acatar la orden de transferir U$S 6.500 millones de las reservas para conformar el Fondo del Bicentenario con el que el gobierno pretende pagarle a los acreedores las deudas que vencen este año.
Redrado, que soportó tres corridas del mercado, no está dispuesto a ser un peón de los Kirchner y su negativa de dar un paso al costado de la presidencia del BCRA, hace que muchos lo asemejen a Julio Cobos. Es obvio que el gobierno no aprendió nada de aquella lejana noche en que el vicepresidente, con vos temblorosa y casi inaudible pronunció la frase que lo llevó a convertirse hoy en el político con mejor imagen del país: “Mi voto no es positivo”. Hoy con Redrado, atrincherado en su oficina del Central, la historia vuelve a repetirse. Parece que al matrimonio presidencial no le bastó con fabricar a Cobos, sino que ahora también está modelando a Redrado para convertirlo en un héroe capaz de resistir el embate pingüino.
Pero la torpeza del gobierno no se detiene y al mismo tiempo que el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, anunciaba el pedido de renuncia se difundía que el reemplazante de Redrado sería el economista Mario Blejer. Por su parte el ministro de economía, Amado Boudou, declaraba en una conferencia de prensa que el ex “Golden Boy”, como era llamado Redrado en la década menemista, había cesado en sus funciones. Horas más tarde, Martin Redrado sigue al frente del Banco Central y Mario Blejer difundió desde Francia un comunicado que terminó por desmentir su anunciado regreso al Central. Así, el gobierno demostró un nivel de improvisación preocupante, que pone de manifiesto que la módica estrategia del matrimonio llegaba hasta barrer de su cargo a Redrado pero nunca tuvieron en cuenta el escenario en el cual éste decidiera resistir en el cargo. Demuestra muchos años de atropellos y la permanente puesta en práctica de la lógica amigo/enemigo, que después del 28 de junio ya no tiene la efectividad de antes. Es más, en su afán absolutista el gobierno ni siquiera reparó en lo que dice la Carta Orgánica del Central y el procedimiento de remoción necesario para desplazar a un presidente.
El comunicado de Mario Blejer tiene una frase inquietante para el gobierno, afirma que respeta la autonomía del Banco Central. Son pocas palabras que encierran un mensaje contundente: Blejer está dispuesto a volver al Central, siempre que Redrado renuncie, pero no está dispuesto a ser un empleado de los Kirchner. El economista tiene un prestigio internacional bien ganado y no está dispuesto a rifarlo. Nadie puede culparlo.
Martin Redrado tiene frente a sí dos normas de la misma jerarquía pero que son contradictorias. Por un lado la Carta Orgánica del banco que prescribe que la principal misión de la entidad es la custodia y preservación de la moneda. Además, la misma normativa prescribe que el presidente del BCRA no recibe instrucciones ni órdenes del Ejecutivo. Por otro lado, el DNU que conforma el Fondo del Bicentenario con U$S 6.562 millones de las reservas, que representan algo así como el 15% de los U$S 48.000 millones atesorados por la Argentina. En principio ese dinero se iba a utilizar para demostrarle a los acreedores que la Argentina garantizaba el pago de sus deudas. Sin embargo, un sugestivo comunicado de Roberto Felletti habla de utilizar ese dinero para incentivar el consumo interno, dicho en otras palabras destinarlos al aumento del gasto. Simplemente Redrado decidió privilegiar lo prescripto por la Carta Orgánica, y aun cuando el gobierno quiera acusarlo ante la justicia por incumplimiento de los deberes de funcionario público; no será fácil que pueda obtener una sentencia condenatoria a Redrado. Las razones jurídicas son sencillas. El departamento de legales del BCRA pone en duda la “necesidad y urgencia” del DNU y advierte sobre las consecuencias inflacionarias de liberar el dinero que reclama el Ejecutivo. Por otra parte, Redrado está basando su decisión en una ley emanada del Congreso, que le garantiza autarquía e independencia frente a las ordenes del Ejecutivo. Además, esta crisis pone de manifiesto otra discusión y es la ley que regula validez de los Decretos de Necesidad y Urgencia, que sólo caerá si ambas cámaras del Congreso lo rechazan. Es decir, que una facultad legislativa de excepción del Ejecutivo tiene menos requisitos para su validez que una ley común. Una verdadera incongruencia jurídica gracias a la iniciativa de CFK cuando era senadora.
La diputada kirchnerista Diana Conti calificó a Redrado de estar al servicio de los “vende patria” y sostuvo que las normativas del Banco Central son “nimias”. Dicho en otras palabras, las leyes que se oponen a los caprichos kirchneristas no deben cumplirse. Claramente, ese no es el camino para reconstruir la seguridad jurídica que necesita el país para conseguir inversiones. Así, si el objetivo original del gobierno al conformar el Fondo del Bicentenario fue dar seguridad a los acreedores de la Argentina, lo que está consiguiendo es justamente todo lo contrario.
Martín Redrado decidió resistir y el gobierno, una vez más, generó una crisis política porque todavía no se percató que la forma de gobernar que le sirvió durante dos años, hoy ya es incapaz de generar los mismos resultados. Es claro que cada vez son más los que se le animan a los Kirchner.
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