En la última edición de la Revista Noticias, el politólogo Claudio Fantini publicó un artículo titulado Los Signos de la Bestia con motivo de la conmemoración de los setenta años del inicio de la Segunda Guerra Mundial. “Se puede predecir una guerra contando los tanques que acumula un país, pero también prestando atención al discurso dominante. Las reacciones tardías ante el uso peligroso y la palabra, obviamente, nunca evitan los estropicios de los liderazgos ideologizados. Si la prensa norteamericana y la oposición demócrata hubieran reaccionado a tiempo ante los delirios místicos de Bush y las teorías mesiánicas del equipo de extremistas conducidos por Dick Cheney, se habría ahorrado mucha destrucción, muerte y sufrimiento”, escribió Fantini en su columna.
En definitiva, aun cuando muchas veces el discurso pareciera contradecir los hechos, es evidente que cuando se hace un análisis global hechos y palabras terminan confluyendo en una coherencia sin atenuantes. Fue eso lo que no vieron los líderes de los países aliados que pensaron que podían negociar con Adolf Hitler, quienes se imaginaron que otorgándole algunas concesiones iban a calmar su ambición de dominación y por el contrario terminaron por desatar a la bestia. Cuando se dieron cuenta de su error ya era demasiado tarde, Hitler había ocupado Polonia y su avanzada sobre la maltrecha Europa se tornaba imparable.
Hoy la discusión de la Ley de Medios nos puede llevar al mismo análisis que hacía Claudio Fantini con respecto a la ofensiva del Tercer Reich, aunque por supuesto cabe aclarar que no se trata de comparar el régimen nazi con el gobierno kirchnerista. Una porción importante de la oposición ha criticado en numerosas ocasiones el proyecto hegemónico del matrimonio presidencial y su manera de acumulación de poder, que se basa principalmente en premiar al leal y someter al díscolo utilizando la chequera estatal. Sin embargo, muchos de los críticos de esta forma de hacer política que tiene Néstor Kirchner han decidido acompañar al gobierno en la votación del proyecto de la Ley de Medios. Incluso, muchos de ellos no han dudado en criticar al gobierno por el cepo informativo a que están obligados sus funcionarios y a el impúdico reparto de pauta publicitaria oficial.
En la sesión de la Cámara de Diputados el bloque socialista dio la sorpresa al votar la iniciativa oficialista, dejando a la cordobesa Laura Sesma en soledad. El gobernador santafesino Hermes Binner, que tantas veces acusó a Carlos Reutemann de montar una puesta en escena al oponerse a Néstor Kirchner, terminó del lado del gobierno poniendo de manifiesto, además, la debilidad del Acuerdo Cívico y Social que no extrañaría termine por desintegrarse en poco tiempo. En Sunday Blue Binner declaró: "Estamos convencidos que esta ley de medios es superadora y es un salto cualitativo de la que tenemos hoy". A su turno el radical Ernesto Sanz retrucó en respuesta a estas afirmaciones: “Hay una ingenuidad absoluta de Binner en creer que el otro día se votó una ley de medios”, y la diputada Patricia Bullrich también resultó categórica al decir que “el objetivo real del kirchnerismo es el control de los medios y eso fue lo que lo que tradujeron sus diputados”. Los tres pertenecen al Acuerdo Cívico y Social y es claro que la pata socialista desentona con la apreciación del radicalismo y de la Coalición Cívica.
No se puede dudar de la honestidad de Hermes Binner, por lo tanto pensar que su postura obedece a la generosa chequera del poder central sería antojadizo. Sin embargo, bien puede decirse que la posición del socialismo es por demás ingenua; al igual que los restantes representantes de la centro izquierda que terminaron acompañando al gobierno en esta iniciativa y a los que se sumaron los diputados que responden al chubutense Mario Das Neves, que sólo se anima a ser un opositor verbal pero que en los hechos sigue obedeciendo los mandatos de Néstor Kirchner.
El PRO, la Coalición Cívica, el radicalismo y el Peronismo disidente también terminaron por pecar de ingenuos al retirarse de la sesión, en un intento de emular a la oposición venezolana que pretende de esa manera deslegitimar a Hugo Chávez. Tenían la obligación de dar el debate porque es en el Congreso donde se deben dejar sentadas las posiciones políticas, sin embargo se ampararon en cuestiones reglamentarias para irse del recinto. Es cierto que las irregularidades existieron pero no pueden utilizarse como excusa para evadir uno de los debates más importantes desde la reinstauración de la democracia. Inclusive, si toda la oposición hubiera estado sentada en sus bancas, podría haberse rechazado varios artículos del proyecto con los que la centro izquierda tampoco estaba de acuerdo. la política no se hace con actos testimoniales, eso lo sabe muy bien Néstor Kirchner y siempre actúa en consecuencia; la oposición debería aprender algo del adversario que pretende combatir.
El matrimonio presidencial ha dado sobradas muestras de desprecio hacia la prensa, a tal punto que dar ejemplos sería por demás reiterativo. Entonces es difícil de comprender la ingenuidad de Hermes Binner y de tantos otros de creer que la iniciativa oficial no apunta a silenciar las voces que los Kirchner no quieren escuchar. El argumento que se está reemplazando una ley de la dictadura por una ley de la democracia, no implica la calidad de ésta última aunque es cierto que acreditará una legitimidad de origen que la primera carece. Pero no es menos cierto, que en todo caso se está reemplazando una ley mala y anacrónica, por otra tan mala y anacrónica con la gravedad que ésta habrá sido engendrada en democracia. El error que está cometiendo gran parte de la oposición que acompaña al gobierno es el mismo en que cayeron los líderes aliados que pensaban que era posible contener a Hitler. Se equivocaron y al final terminaron involucrados en una guerra que pretendieron evitar. Por eso, el análisis de Fantini bien puede utilizarse para dilucidar este momento de la Argentina y las palabras de Bullrich terminan por despejar brutalmente el verdadero objetivo del gobierno. No sólo es la guerra contra el Grupo Clarín, a quien el gobierno pretende despedazar, sino que el objetivo es mucho más ambicioso y se trata de restringir la libertad de expresión y como correlato el derecho de la sociedad a informarse. La imagen de Carlos Kunkel leyendo el diario Clarín en su banca mientras la oposición tomaba la palabra en el debate no requiere de mayores explicaciones.
El gobierno ha dicho en numerosas oportunidades que uno de sus objetivos es multiplicar las voces, pero lo que no dice es que sólo serán multiplicadas esas que digan aquello que el gobierno quiere escuchar. No hay que engañarse el matrimonio presidencial no le interesa que haya más libertad, ni siquiera le interesa el poder del “monopolio Clarín” que hasta no hace mucho tiempo era funcional al gobierno. El objetivo es controlar las voces, acallar las críticas y multiplicar las propias.
1 comentarios:
Que tal Martín, te felicito por tus excelentes editoriales y te saludo por tu cumpleaños.
Un abrazo!
Charly
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