El Presidente de Costa Rica, Oscar Arias, pronunció un discurso muy autocrítico de realidad Latinoamericana en la reciente cumbre de Trinidad y Tobago. Decidió no echarle la culpa de todos los males a los Estados Unidos y mirarnos un poco para adentro, porque ellos no son los únicos responsables de la situación que atravesamos en esta parte del parte del mundo.
El Presidente Arias elabora una tesis en la que Latinoamérica alguna vez estuve más desarrollada que los Estados Unidos, como es el hecho de haber contado con universidades antes que ellos o que en la actualidad la región destine U$S 50.000 millones en armas y soldados. Es obvio, que desde hace décadas hay algo que no cierra, y eso que no cierra lo pagamos todos con menos oportunidades y una pero calidad de vida. Uno de los principales problemas de América Latina y por supuesto de la Argentina son las ideologías al servicio de la nada. Las tesis absurdas del fin de las ideologías o del pragmatismo como única herramienta de transformación es ciertamente absurdo. Pero también lo es aquellos que en todo ponen por delante a la ideología sin tener detrás un plan estratégico, convirtiéndolas sólo en un mero discurso retórico vacío de contenido. Es obvio que hay que buscar el equilibrio entre ideología y pragmatismo, pero también hay que abandonar ciertas prácticas políticas cuyo resultado es el atraso. Corrupción, instituciones débiles, gastos superfluos, falta de políticas de estado, desapego al cumplimiento de la ley y falta de capacitación de los políticos para resolver los problemas son cuestiones que no tienen nada que ver con lo ideológico; pero que sin lugar a dudas constituyen un ineludible punto de partida.
Pero los países de la región no se comportan todos de la misma manera. Brasil, Chile y también el Uruguay; sólo por nombrar a los más cercanos, entendieron que lo que más beneficioso para ellos es combinar la ideología y el pragmatismo al servicio de un plan estratégico. En cambio, la Argentina es hoy el reino de la retórica sin contenido. Permanentemente mirando al pasado sin una visión de futuro y poniendo nuestras responsabilidades en cabeza de terceros: la culpa siempre es de los otros.
A continuación lee el discurso del Presidente Arias, algo de razón tiene.
Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de los Estados Unidos de América, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi siempre, es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo. No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes que Estados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primeras universidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente, como en el mundo entero, por lo menos hasta 1750 todos los americanos eran más o menos iguales: todos eran pobres. Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda... y así la Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad. También hay una diferencia muy grande. Leyendo la historia de América Latina, comparada con la historia de Estados Unidos, uno comprende que Latinoamérica no tuvo un John Winthrop español, ni portugués, que viniera con la Biblia en su mano dispuesto a construir "una Ciudad sobre una Colina", una ciudad que brillara, como fue la pretensión de los peregrinos que llegaron a Estados Unidos.
Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur -en cuestión de 35 ó 40 años- es un país con $40.000 de ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos.
¿Qué hicimos mal? No puedo enumerar todas las cosas que hemos hecho mal. Para comenzar, tenemos una escolaridad de 7 años. Esa es la escolaridad promedio de América Latina y no es el caso de la mayoría de los países asiáticos. Ciertamente no es el caso de países como Estados Unidos y Canadá, con la mejor educación del mundo, similar a la de los europeos. De cada 10 estudiantes que ingresan a la secundaria en América Latina, en algunos países solo uno termina esa secundaria. Hay países que tienen una mortalidad infantil de 50 niños por cada mil, cuando el promedio en los países asiáticos más avanzados es de 8, 9 ó 10.
Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es del 12% del producto interno bruto, y no es responsabilidad de nadie, excepto la nuestra, que no le cobremos dinero a la gente más rica de nuestros países. Nadie tiene la culpa de eso, excepto nosotros mismos. En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es 10, 15 ó 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa de Estados Unidos, es culpa nuestra.
En mi intervención de esta mañana, me referí a un hecho que para mí es grotesco, y que lo único que demuestra es que el sistema de valores del siglo XX, que parece ser el que estamos poniendo en práctica también en el siglo XXI, es un sistema de valores equivocado. Porque no puede ser que el mundo rico dedique 100.000 millones de dólares para aliviar la pobreza del 80% de la población del mundo -en un planeta que tiene 2.500 millones de seres humanos con un ingreso de $2 por día- y que gaste 13 veces más ($1.300.000.000.000) en armas y soldados. Como lo dije esta mañana, no puede ser que América Latina se gaste $50.000 millones en armas y soldados. Yo me pregunto: ¿quién es el enemigo nuestro? El enemigo nuestro, presidente Correa, de esa desigualdad que usted apunta con mucha razón, es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo o gastamos mal; que no creamos la infraestructura necesaria, los caminos, las carreteras, los puertos, los aeropuertos; que no estamos dedicando los recursos necesarios para detener la degradación del medio ambiente; es la desigualdad que tenemos, que realmente nos avergüenza; es producto, entre muchas cosas, por supuesto, de que no estamos educando a nuestros hijos y a nuestras hijas.
Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro de Berlín, y que el mundo cambió. Tenemos que aceptar que este es un mundo distinto, y en eso francamente pienso que todos los académicos, que toda la gente de pensamiento, que todos los economistas, que todos los historiadores, casi que coinciden en que el siglo XXI es el siglo de los asiáticos, no de los latinoamericanos. Y yo, lamentablemente, coincido con ellos. Porque mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los "ismos" (¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo...), los asiáticos encontraron un "ismo" muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es el pragmatismo. Para solo citar un ejemplo, recordemos que cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, después de haberse dado cuenta de que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de una manera muy acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos camaradas maoístas que lo habían acompañado en la Larga Marcha : "Bueno, la verdad, queridos camaradas, es que a mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones" . Y si hubiera estado vivo Mao, se hubiera muerto de nuevo cuando dijo que "la verdad es que enriquecerse es glorioso". Y mientras los chinos hacen esto, y desde el 79 a hoy crecen a un 11%, 12% o 13%, y han sacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías que tuvimos que haber enterrado hace mucho tiempo atrás.
La buena noticia es que esto lo logró Deng Xioping cuando tenía 74 años. Viendo alrededor, queridos Presidentes, no veo a nadie que esté cerca de los 74 años. Por eso solo les pido que no esperemos a cumplirlos para hacer los cambios que tenemos que hacer.
Muchas gracias.
1 comentarios:
Martín...
Tu comentario me parece muy atinado, y el matrimonio presidencial es el mas claro ejemplo de lo que has escrito.
Si no fuera por su habilidad para hacer zancadillas de todo calibre (que para eso también hay que tener un cierto grado de inteligencia) podría decir que no todos sus patitos están en fila.
Otra interpretación del fenómeno "K", sería suponer que mentalmente han quedado anclados en los '70, aunque personalmente creo que esto es mas una impostación que una postura.
Sea como sea, estoy de acuerdo con tu comentario, pero no tanto con el discurso del presidente costarricense.
No obstante, como tu dices, "algo de razón tiene", sería necio negarlo.
Creo que un ideologismo extremo, puede ser tan nefasto como un pragmatismo a ultranza.
Como en todos los aspectos de la vida, el secreto siempre está en llegar al "mix" correcto, o sea, en lograr un equilibrio.
O sea, eso que los Kirchner desconocen por completo.
Saludos.
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