ENEMIGO INTIMO

El gobierno de Néstor y Cristina Kirchner padecen la peor de las patologías que puede sufrir una administración: perdieron la confianza de gran parte de la población. El inicio de esta situación no fue la crisis con el campo, fue el manejo de facto de Guillermo Moreno del INDEC, cuando intervino el organismo y empezó a dibujar los índices de la inflación. A partir de allí empezó a abrirse una brecha entre el gobierno y la gente. Mientras el gobierno se empecina en dar a conocer cifras irreales la realidad del changuito siempre dijo otra cosa.

En este sentido, el conflicto con los productores agropecuarios vino a acentuar la brecha. A ellos el gobierno también les mintió. Por caso, el anuncio de pagar un peso el litro de leche a los productores se hizo tres veces y nunca se cumplió. El argumento que en cada discurso que pronuncia CFK diciendo que si se hubiera aprobado la 125 hoy los sojeros pagarían menos retenciones no tiene sustento en la ecuación económica. Primero que aquella resolución tenía vigencia hasta el mes de octubre del 2008, y segundo con esta cotización de la soja las retenciones llegarían al 33,33% apenas un 3,67 menos. Pero la cuestión de fondo por la que se rebelan los productores, además de las retenciones, se debe al sistema perverso de los subsidios. No quieren quedar presa de los mecanismos de Julio De Vido y Guillermo Moreno que hoy te dan y mañana te sacan. El gobierno lo sabe y allí debe buscarse en la razón de por qué prefiere pseudo coparticipar el 30% de las retenciones a la soja en vez de bajarlas.

Uno de los mecanismos de la administración del matrimonio es anunciar algo de una manera, pero cuando es llevado al papel siempre se descubre algún cambio en las reglas de juego. Así, la Presidenta anunció que se coparticipaba parte de las retenciones directamente. Sin embargo, el texto del decreto reveló que las provincias deberán adherirse al sistema para recibir los fondos. Un mecanismo perverso que apunta a separar amigos y enemigos, porque quien se sume quedará avalando implícitamente el nivel de retenciones y quien se niegue será considerado enemigo. Además, no hay que olvidar que gran parte de ese dinero terminará en el conurbano, donde Néstor espera disputar la madre de todas las batallas. A La Matanza, una importante zona sojera como todo el mundo sabe, llegarán unos $ 20 millones. Es difícil no pensar que la medida no está relacionada con la campaña electoral y con el adelantamiento de las elecciones.

Nunca hay nada transparente en el kirchnerismo. Una vez más, los papeles difieren de los anuncios. Algo similar ocurrió cuando el campo y el gobierno firmaron el acta acuerdo, más tarde los ruralistas se quejaron que lo que habían firmado no coincidía con las normas que instrumentaban el acuerdo.

La semana CFK lanzó en La Plata el anteproyecto de la nueva Ley de Radiodifusión, advirtiendo entre líneas que no era contra nadie y que respetaba la libertad de expresión. La Presidente no suena creíble. Nadie pasó por alto que dos días antes un Néstor Kirchner fuera de control desde una tribuna del conurbano, iniciaba un discurso al grito de “qué te pasa Clarín”. El público convocado en La Plata coreaba consignas contra el multimedios. De esta manera, el gobierno parece conspirar contra sí mismo. Independientemente, sobre cuál sea la calidad del proyecto Kirchner se ha encargado de sembrar un manto de sospecha. No hay reportaje que titular del COMFER, Rubén Mariotto, no deba contestar la pregunta si este proyecto va en contra de los intereses de Clarín. Incluso la oposición recorre ese mismo camino de sospecha. Pero no es ilógico pensarlo debido a la turbulenta relación que el matrimonio presidencial ha tenido con los medios. A lo largo de casi seis año, las críticas a la prensa han sido constantes, las presiones se multiplicaron, la pauta publicitaria oficial se maneja con una discrecionalidad absoluta, casos de censura a periodistas molestas y como esto no alcanzó empresarios amigos salieron a comprar medios para convertirlos en órganos propagandísticos. En este marco es difícil pensar que el proyecto de una nueva Ley de Radiodifusión impulse un nuevo paradigma más participativo y respetuoso de los derechos constitucionales.

Lo mismo ocurre con el adelantamiento de las elecciones. La Presidenta explicó que era “suicida” embarcar a la Argentina en una campaña electoral de casi un año mientras el mundo “sea cae a pedazos”. ¿Pero no se trata de la misma persona que les recomendó a los norteamericanos que necesitaban un Plan B? ¿No era la misma persona que en septiembre hablaba del efecto jazz? ¿Qué pasó en el medio? Silencio. El ex intendente Luis Juez sostiene que se trata de “una picardía de un gobierno que no es inteligente para agarrar a contrapelo a la oposición”. Es difícil no creerle. El Uruguay y Chile tienen elecciones presidenciales y a nadie se le ocurrió cambiarlas por la crisis financiera internacional. No son países desconocidos para los argentinos, están a la vuelta. No son escandinavos, alemanes o paracaidistas húngaros; eran bastante parecidos a nosotros y con la misma problemática. Ahora ellos parecen muy distintos, son previsibles y se trazaron un sendero del que no se apartan. En cambio, la Argentina recorre su camino a los bandazos a un ritmo vertiginoso.

El gobierno cree que se gobierna en base a anuncios y no se dio cuenta que esto no es sinónimo de gestión. La Presidenta anunció los planes para la compra de autos 0 kilómetro pero los expedientes están demorados en el ANSESS. Anunció subsidios para combatir la sequía pero los productores sostienen que todavía no llegó un peso a las zonas afectadas. Anunció la puesta en práctica del boleto electrónico en noventa días, pasaron 54 días y nunca más supo del tema. Tal vez cuando se cumpla el plazo haya una sorpresa.

Por estos días, la sociedad reclama una y otra vez por más seguridad. Es cierto que hay grupos radicalizados que su ganancia está en infundir miedo y alentar soluciones falaces como la pena de muerte. Pero no menos cierto es que la mayoría de la gente quiere más seguridad. No le importa cómo, sencillamente quiere dejar de ser víctima de los delincuentes. El gobierno directamente ignora el tema y el ministro Aníbal Fernández, que es capaz de demostrar la cuadratura del círculo si eso es lo que conviene al gobierno, las pocas veces que habla del tema trata de hacerle creer a la sociedad que la Argentina es Suiza. El ministro no entiende que la gente tiene miedo y que del miedo nunca sale una solución constructiva y que la seguridad requiere de una verdadera política de estado. El gobierno no entiende que el problema no se arregla entregando patrulleros que después, en muchos lugares, ni siquiera hay plata para llenarles el tanque de combustible y que los policías ni siquiera tienen el equipo necesario para combatir las nuevas formas de delincuencia. Pocos días atrás hubo 10.000 personas en la Plaza de Mayo reclamando por más seguridad, mientras la Presidenta lanzaba el proyecto de Ley de Radiodifusión. Varios medios cercanos al gobierno trataron de descalificar esa concentración argumentando que fue menos gente que la que se pensaba y que los organizadores portaban un pasado que los condenaba. No hay político en la Argentina que hoy pueda congregar esa cantidad de gente de forma espontánea, es más al parecer ni siquiera el clientelismo de la política ya lo puede hacer. Es cierto que en esa concentración hubo quienes alentaron la pena de muerte y otras soluciones extremas, pero aun cuando todo ello sea aberrante no se puede negar que el problema exista y que el gobierno no parezca muy preocupado por resolverlo.

El principal problema del gobierno no es la oposición, que recién ahora empieza a mostrar signos vitales, ni la crisis internacional que golpeará más fuerte a la Argentina, ni los productores que están en las rutas. El principal enemigo del gobierno es el gobierno mismo, es la crisis de confianza y de credibilidad que desató el matrimonio presidencial con su errada lógica de estar en guerra permanente y haciendo anuncios agresivos en las formas y vacíos en sus contenidos. 

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