MAS DE LO MISMO

En un país anormal como la Argentina que un Presidente de una conferencia de prensa se convierte en una noticia de primera plana, y en uno de los hechos políticos más relevantes del año. Sólo en un país anormal el vocero presidencial debe presentarse ante los periodistas, para saludar a los “colegas” sin advertir que periodista y funcionario no están del mismo lado del mostrador. ¿O sí?

La Presidenta Cristina Fernández de Kirchner avaló y ratificó a Guillermo Moreno, y por ende sus prácticas reñidas con la ley, e incluso, habló de “rumores” acerca de las críticas que se le hacen al funcionario. No recordó que Manuel Garrido, fiscal de investigaciones administrativas, pidió que Patota no entrara al edificio del INDEC. Como no podía ser de otra manera, respaldó el índice de la inflación oficial sin advertir que sus inteligentes juegos dialécticos no tienen oportunidad frente a la realidad del changuito, y que sus argumentos no explican por qué a la gente le alcanza cada vez menos la plata. Pero lo que es peor, es que evidenció –siguiendo su línea de razonamiento- que la inflación no es un problema para el gobierno; es decir que no hay nadie elaborando un plan para detenerla.

CFK explicó que no se arrepiente de nada y no tuvo empacho en afirmar que volvería a impulsar la Resolución 125, la de las retenciones móviles que llevó al país al conflicto más grave desde la crisis del 2001. N hubo autocríticas, que es lo mismo que decir que todo lo hace bien, que nunca se equivocó y que sólo pecó de “ingenua”. Quedó claro que su relación con el vicepresidente Julio Cobos no tiene retorno y que el gabinete está ratificado. Es decir el mismo gabinete que acompañó a su marido, aunque desmintió el doble comando. Suena difícil de creer.

La Presidenta cuidó sus gestos e intentó parecer simpática haciendo algunos chistes, pero dio soberbia y sobradora a costa de personas que no podían responderle. Contestó veinticuatro preguntas en una hora y cuarenta minutos. Definitivamente, la mayoría de las respuestas fueron retazos de sus discursos y salvo por algunas excepciones no hubo novedades; salvo por el hecho de la conferencia de prensa en sí misma. Es lógico porque el kirchnerismo cree que un paso atrás implica debilidad y una derrota, frente a los conspiradores de siempre.

El gobierno perdió una excelente oportunidad para relanzarse, para explicarle a la sociedad que sigue activo y preocupado por los problemas que diariamente afrontamos los argentinos. No hubo nada de eso. El sábado pudo verse, una vez más, a una Presidenta que se queda en la superficie de los problemas y sólo cuando los reconoce. En la mayoría de los casos ni siquiera. Es una evidente desconexión con la realidad y las preocupaciones del pueblo, que los Kirchner siempre dicen defender.

La Presidenta parece más preocupada por “las letras de molde”, y por si el diario La Nación admite que la manera de denominar su cargo por una cuestión de género. Se la ve más preocupada por su imagen que por la gestión y por aclarar superficialidades sin abordar el fondo de los problemas. Pasadas la primera media docena de preguntas, la conferencia se convirtió en un evento aburrido y sin sorpresas. Una serie de argumentos, muchos de ellos de dudosa fortaleza, que tenía como único objetivo enviar el mensaje de “acá no ha pasado nada”. Es preocupando este razonamiento porque en los últimos cinco meses acá pasó de todo.

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